Paris-Moscú: ¿Hacia una futura alianza europea?

El 21 de junio, Marine Le Pen, la presidenta del nacionalista Frente Nacional, hizo una visita de gran vuelo a Rusia. Recibida por Serguei Narychkine, el Presidente de la Duma – quien es un general de inteligencia, estudioso de la geoestrategia y uno de los aliados más cercanos del Presidente Vladimir Putin -, discutieron en privado dos temas de gran importancia: la guerra civil Siria y el matrimonio homosexual.

Al termino de la reunión, Marine Le Pen expresó su coincidencia con el Kremlin, declarando que el Frente Nacional era “el único movimiento político francés que se opone a toda intervención en Siria”, añadiendo: “pienso que tenemos intereses estratégicos comunes, pienso que tenemos valores comunes, somos dos países europeos”. Para Marine Le Pen, no cabe duda, Rusia es y será Europa.

Las afirmaciones de Marine Le Pen la enfrentan a la política de los EE.UU. y la UE respecto a Siria. Sus declaraciones establecen un proyecto identitario París-Moscú del cual no se escuchaba hablar desde los tiempos del General De Gaulle, cuyo retiro resonante del comando integrado de la OTAN en 1966 y su famosa frase “Europa del Atlántico hasta los Urales”, implicaban este mismo eje de cara a un futuro todavía desconocido.

La propuesta del puente político con Moscú de Marine Le Pen sería irrelevante, de no ser por los resultados electorales de las últimas elecciones presidenciales y legislativas francesas. Marine Le Pen obtuvo el 18% de los sufragios presidenciales y el Frente Nacional el 13.6% en las elecciones legislativas del 2012. Un avance espectacular en relación a los resultados de las elecciones del año 2007, donde el Frente Nacional obtuvo 10% en las presidenciales y 4.3% en las legislativas.

Este crecimiento político del nacionalismo francés es el resultado inevitable de las fallidas políticas económicas y monetarias de la UE, la cual se encuentra pasmada desde que no pudo coronar su proyecto político con una Constitución europea. Así mismo, la política económica intervencionista y asfixiante de la UE, ha generado la falencia del Euro, a cuyo rescate ha corrido el FMI, cuyo gran socio y contribuyente principal son los EE.UU. Esta nueva realidad globalista, preñada de consecuencias políticas, obviamente no estaba en la idea europea originaria.

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En 1818, Francia se unió a la Santa Alianza del Zar Alejandro I para contrarrestar el “aislamiento espléndido” del Imperio Británico, todopoderoso e insolidario con el destino de Europa, después de la derrota de Napoleón en 1815. En 1894, Francia, bajo la III República, suscribió una alianza con el Imperio ruso para contrarrestar una Alemania crecientemente imperialista, alianza que fue traicionada por Lenin y Trotsky en 1917. En 1935, Francia y la URSS, sintiéndose amenazados por el III Reich alemán, firmaron un pacto militar de asistencia mutua el 2 de mayo de 1935. Al final de la II Guerra Mundial, Francia estaba sentada entre los “Cinco Grandes” en la ONU.

La actual situación de crisis de la UE aumenta las posibilidades futuras del Frente Nacional. En este contexto, Marine Le Pen propone una alianza con una Rusia devenida en gran potencia soberanista y antiglobalista. En realidad, no se trata de una propuesta francesa, sino europea, que alteraría el actual equilibrio de poder, anclado en el eje Washington-Londres-París. Curiosamente, Francia, y no Alemania, sería el único país de Europa continental con la autonomía diplomática para hacer tal propuesta. Dotada de una “Force de Frappe” nuclear, con vinculaciones históricas importantes con Rusia y con un poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, ella podría proponer un cambio de rumbo para el proyecto europeo.

Hemos aprendido, desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991, sumado a todos aquellos inesperados acontecimientos que nos siguen sorprendiendo hasta hoy, que nadie es dueño del futuro. Todo puede ser.

 

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