“La victoria de Javier Milei es consecuencia de una larga prédica mediática iniciada en el 2012”.
En las elecciones primarias del domingo pasado en Argentina, Javier Milei, un polémico economista liberal, profesor universitario y comunicador social, ganó de largo las elecciones con el 30,04% del voto. No es un liberal para todos los gustos, pues para algunos es un impresentable por su lenguaje insultante, mientras que para otros –y la mayoría, según indica la votación– da un merecido tratamiento soez a “la casta”, término afortunado que designa a los grupos de poder izquierdistas que tienen a ese país, desde hace décadas, en una bancarrota moral y económica.
La victoria de Javier Milei es consecuencia de una larga prédica mediática iniciada en el 2012, agresivamente especializada en la refutación lógica y bajo un torrente de insultos de los errores conceptuales de sus adversarios, popularizando así, inusitadamente, los principios liberales de un Estado representativo y democrático pequeño con absoluta libertad económica, cambio libre de divisas, oposición al aborto y la reducción del elefantiásico Estado Argentino. Pero, además, Milei es un intelectual liberal de la escuela austríaca que se define como “anarcocapitalista”, excepcionalmente culto, con 11 libros e infinidad de artículos publicados y una actividad profesional de primer nivel.
Milei ha ganado estas primarias con la coalición La Libertad Avanza. Ha dejado en segundo lugar a Juntos por el Cambio, cuyas listas de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez suman el 28,2%. A Bullrich, los medios le atribuyen ser de “centroderecha”. Si bien ella encabeza una variopinta coalición de izquierdistas y peronistas, salpicada con algunos conservadores, es fundamentalmente una coalición que no propone un cambio real para Argentina, siendo su móvil principal más el antikirchnerismo que un programa de reformas real frente a la gravísima crisis argentina. En tercer lugar quedó Sergio Massa, de Unión por la Patria, con el 21,4% del voto. Es el candidato del peronismo gobernante.
Milei no es antisistema, pues no propone un sistema político alternativo al constitucional o alterar la división de poderes, ni restringir las libertades individuales. Sí es antiestablishment como sus ataques en bulto a “la casta” lo demuestran, y allí está el filón populista de su liberalismo, pues todo populismo ataca a las élites. Por último, quien propugna mayores libertades individuales y un Estado pequeño y eficiente solo puede ser calificado de ultraderechista por izquierdistas obcecados.
Sin embargo, el desafío que enfrenta Milei es abismal. La crisis inflacionaria y el alza del tipo cambiario adquieren una velocidad vertiginosa y las elecciones presidenciales son en octubre. La situación se deteriora y para muchos argentinos podría ser que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. De la administración política de esos temores dependerán los resultados de las elecciones generales del 22 de octubre del 2023. Si Milei las gana, entonces, a su vez, la ejecución de su programa dependerá de si logra la mayoría suficiente en el Congreso para reformar a la Argentina.
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